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martes, 14 de mayo de 2013

# 3



Aquí me encuentro, parada, mirando las vías del tren como se alejan ¿ O será el amor que le da una perspectiva de distancia? Aquel andén en el que mi cuerpo permanecía a la espera de tu llegada o a la inversa. Aquel llamado previo en busca de una simple risa de emoción, de felicidad del reencuentro. Ese banco desgastado, lleno de óxido que en algún momento, cuando este cuento comenzó, era completamente nuevo. Se encontraba percudido, para cualquier viajante sería un simple óxido. Para mi era amor, la durabilidad de el encanto de lo que más ama. No quería que lo cambien, no, un poco de óxido no es nada, es solo la fuerza que poseía ese banco (amor) para permanecer en su auge de dulzura.
Ya conocía como reflejaba la luz de los rieles en su cara, ya sabía como sería un día de lluvia, un día de sol, ya lo sabía. Sus medidas, su tiempo de llegada.
No solo conocía la estación, también conocía sus raíces. Conocía aquel humor que me concedía en su intimidad, aquella risa y esos ojos llorosos que desnudaban su alma. Conocía cada caricia y cada propósito, conocía su complejidad, transformándola en la más bella y profunda simpleza jamás antes vista. Aquel sentido del tacto que me calmaba y ponía mis pelos de punta inversamente proporcional a la euforia en carne viva. EUFORIA. Eso exactamente faltaba, faltaba el amor inconcluso que se planteaba en aquel entonces, el reto interno a saber hasta donde llegaría una caricia, el amor, una risa, un beso, una cosquilla seguida del beso diario en lo más bajo del cuello.
La lágrima desciende por su pómulo, alimentando los sauces llorones que creían como venas en su corazón.
-Permiso- oí que alguien me decía. ¿Qué sucedía? ¿Por qué no prestaba atención? Me hacía recordar a esas quejas chistosas ( y verdaderas ) que efectuaba mi amor hacia mi uso compulsivo de las redes comunicativas.Esos celos enfermizos y enfermante que me enloquecían, que me enloquecían de amor. ¿Cuánto más amor podría haber allí? ¿Qué más amor podría haber allí, en el único gobernante de su alma?
Le recordaba a sus problemas, a sus lágrimas que no cesaban de dolor, un final se aproximaba. No quería llorar más, solo quería un retazo de tela que secara sus cachetes (corazón) y que lograba mágicamente  como por efecto de magia, una sonrisa inmutable.
Momentos de locura, que no podían acabar. Momentos en los que la alegría podía estar tan estrechamente unida a la tristeza absoluta que parecía ser imposible de lograr. Sueños profundos, abrazos calurosos, quejas        tontas (dulces), trabajo, orgullo y dignidad, gula e incomodidad. Un popurrí de recuerdos me llego a la mente, todos con un matiz de alegría que no se podía evitar notar. Cada uno de ellos poseía un error divino. Un error divinamente dañino.
El amor aquí nunca se va a acabar, al igual que la vías del tren cuando se asimilan tímidamente entre ellas, y sin darte cuenta son un solo horizonte. Así es el amor, tan infinito e invisible, tan imposible de proyectar que la esperanza es eterna, eterna como las vías, cuando se pierden en su punto de fuga. Creo que alguna vez va a llegar el tren, desde muy lejos se que viene, desde donde no lo veo, pero viene.


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